Puntos ciegos en psicoterapia


Este año, recién reinstalada en Galicia después de 15 años por el mundo adelante, tuve la suerte de poder asistir a las (39) Jornadas Nacionales de  Terapia Familiar convocadas por la FEATF (Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar), pues se celebraron en Santiago de Compostela. 

Dado que mi formación  y práctica en terapia familiar la realicé en el extranjero (Guadalajara, México) lo vi como una oportunidad de "sentirme como en casa", de rodearme de gente del gremio aunque no los conociese. Como en un concierto de música de un grupo que te gusta, sabes a toda esa gente también, por eso están ahí.
Eran solamente dos días, viernes y sábado y me podía quedar a dormir en casa de una amiga y así ponernos al día. Perfecto, allá me lancé.

Esto de los congresos, seminarios, jornadas y talleres a menudo es como cuando vas a ver una película al cine de la que sólo has visto el tráiler de 2 minutos, a veces éste no se corresponde en nada con la película, ese actor que te gustaba sale menos de lo que esperabas, la idea es buena pero los guiones dejaron qué desear, puedes entrar sin problema o tener que hacer mucha fila...y las palomitas carísimas para no variar.

En estas jornadas hubo un poco de todo y, como es habitual, muchos apretones de manos. Pero hubo una intervención que brilló , para mí, sobre las demás. Y brilló, no por ser la de la temática más compleja, explicar la investigación con más análisis factorial o la presentación más llamativa; sino por su sencillez (vamos, que no nos perdimos por el camino los oyentes), su sosiego y su honradez. Esa fue la de Faura Frugegeri (Universidad de Palma) y de ella voy a hablar (porque a nadie le importa mi asistencia a las jornadas).

Laura empieza hablando de la responsabilidad relacional y competencias que requieren los terapeutas: la capacidad de realizar una buena alianza con la persona (plano relacional) y la capacidad de cambiar nuestros puntos de vista a lo largo de la demanda (plano epistemológico).
Cuando a lo largo de las sesiones no cambia nada, los terapeutas no entendemos qué pasa, estamos en un impasse y se abren dos caminos frente a nosotros para salir de él. Por el de la derecha (la dirección la elegí yo) le atribuimos esa responsabilidad al otro, empiezan a emerger etiquetas como "que es un caso complejo", "puede que tenga alguna patología", ejerce "demasiada resistencia", y otros que ya conocemos. Por el camino de la izquierda asumimos nosotros mismos la responsabilidad. Éste es el camino por el que nos invita Laura a transitar y por el que podremos emprender nuevos procesos reflexivos con la persona. Pero tampoco es un camino fácil, pues el pensamiento tiende a ser autoconservador y reafirmar nuestras creencias. 

¿Qué nos impide el cambio de perspectiva? Básicamente dos cuestiones: 1. la autorreferencialidad (estamos convencidos de que sabemos más que nuestros clientes) y 2. los puntos ciegos como ideologías, prejuicios, tabúes, ideas naturalizadas y (destaco éste punto) las creencias compartidas con la persona. Fruggeri puso el ejemplo de la maternidad: todos pensamos que una buena maternidad es siempre presencial, incluso las madres no presentes lo piensan y nosotros como terapeutas legitimamos esa culpa al pensarlo también.
Al pertenecer a los mismos espacios socioculturales que nuestros clientes existe un pensamiento común y una forma parecida de valorar la situación.

¿Qué favorecería un cambio de perspectiva? Fruggeri apunta a cuatro ejercicios en el plano epistemológico:

  1. La curiosidad (y menciona a Cecchin para ampliar este punto), recabar toda la información necesaria de la historia y del contexto en el que tiene sentido.
  2. La descentralización, mejor dicho, descentralizarnos. Se refiere a legitimar las razones o propósitos de la persona para actuar como actúa. Sus soluciones son igual de válidas que las del terapeuta, éste más bien debe acompañarle a modificar o eliminar las estrategias disfuncionales.
  3. La autorreflexividad , cuestionar las premisas sobre las que estamos trabajando porque si usamos los mismos criterios que la persona es como confirmar las premisas en las que se basa el problema, cuando son compartidas es difícil cuestionarlas. Por ejemplo: si vemos la separación de una familia con su destrucción y no como una evolución.
  4. El pensamiento complejo que busca la complementariedad de ideas o la conexión entre los opuestos, en sustitución del pensamiento simple que tiene una funcionalidad binaria y es automático. Laura invita a superar el pensamiento dicotómico con un ejercicio práctico, pensemos en la conexión entre:
    • Acoger - Contener
    • Autonomía - Dependencia
    • Altruísmo - Egoísmo
    • Compentente - Incompetente
    • Fuerte - Débil
    • Cooperación -Conflicto

En fin, que nos invita a dejar de ser "terapeuta-céntricos" para salir de ese impasse cuando nada está cambiando.
Había leído anteriormente a Laura Fruggeri , en su capítulo "El proceso terapéutico como construcción social del cambio" en el genial compilado de Sheila McNamee y Keneth Gergen (1996) "La terapia como construcción social".

Por lo demás, las jornadas fueron como otras jornadas más con un café terrible e intervenciones mejores que otras. Destaco también la de Víctor Amat por ser diferente, entretenida, y por cierto tono rebelde que tiene.



8 y 9 de noviembre de 2019

Comentarios

Entradas populares de este blog

Baños de bosque, complemento terapéutico.

Psicoterapia mutante